Este viaje lo realizamos en Noviembre del 2017.
Estamos ya casi a un año de haber hecho este viaje en moto, ¡Increíble!.
Igual decidimos compartirlo como experiencia porque ¡fue bellísimo!, y además que con un presupuesto reducido, pero que no evitó que lo pasáramos espectacular y que guardáramos tan bonitos recuerdos. Y claro, tenemos los datos aún frescos para que tengan una idea de cómo fue que lo hicimos.
Si quieren darse una escapadita muy aventurera, romántica y económica ¡Sigan leyendo, este post es para ustedes!
Tiempo del viaje: 3 días y 2 noches
Moneda en Colombia: Peso / COP
Distancia a: Bahía de Santa Marta – 105.4 KM / Minca – 117.8 / Rodadero – 105 KM
Gasto en Gasolina: 45 000 COP / 14.70 USD aprox. (Todo el recorrido)
Gasto Hospedaje: 105 000 COP / 34.25 USD aprox. (Por las 2 noches)
Gasto en Comida y snacks: 120 000 COP / 39.20 USD aprox. (Por los 3 días)
Gasto Tickets y otros: 30 000 COP / 10 USD aprox.
TOTAL DE GASTO: 300 000 COP / 100 USD aprox
Comenzamos la ruta saliendo de casa (en Barranquilla) a las 9 am (Se nos hizo un poco tarde, para variar). Llegamos a una gasolinera a tanquear la moto, y con las mismas salimos en dirección a Minca.
¡El camino hacia allá, es hermoso!. Son aproximadamente 15 minutos los que nos tomó salir de Barranquilla, atravesando el imponente río Magdalena por el puente Pumarejo hacia la carretera Troncal del Caribe, desde donde ya se va prácticamente derecho, atravesando la Ciénaga Grande por más o menos 40 minutos. Esa carretera tan espectacular, con mar hacia un lado y manglares del otro, algo increíble de ver (¡Y de un poquito de nervios también!).
Terminando este tramo de la Ciénaga, paramos por unas empanadas y juguito para refrescar (Que fue nuestro desayuno). Luego, es casi 1 hora de camino por la troncal hasta un óvalo que llaman «Rumbodromo Mamatoco», en donde se abren 3 salidas, y claro, para enriquecer la aventura (no crean que por otra cosa) nosotros nos fuimos por la salida que no era a la primera, y tocó dar mucha vuelta para coger la vía Minca, que era la que buscábamos (¡Ojito con eso!) – risas enlatadas-. Desde este punto hasta Minca, son aproximadamente 25 minutos que se recorre por una carretera destapada.
MINCA
Minca es un pueblito muy pintoresco, visitado a diario por muchos turistas, muy acogedor.
Tiene pequeños restaurantes, bares y tienditas de estilo rústico y bohemio.
Preguntando qué podíamos hacer, nos comentaron que siguiendo la carretera, podíamos llegar a un pueblo que se llama San Lorenzo, donde habían cafetales y que era pura naturaleza con un mirador precioso que estaba como a hora y media de donde estábamos. Eso nos endulzó el oído pero tremendo, y aunque lo pensamos un momento por el tiempo que tomaría, tomamos la decisión y nos encaminamos hacia allá.
El camino seguía siendo destapado pero poco a poco convirtiéndose ya en trocha, con muchos huecos, baches y barro en ciertas partes, lo cual complicaba la subida, pero a cambio, Minca nos lo premiaba con una vista de paisajes simplemente hermosos.
Seguimos la ruta, pero hubo momentos en que nos sentimos perdidos. No habían señales de camino. Y como podíamos, tratábamos de conectarnos a Google Maps con la poca red que podíamos encontrar, para ver si íbamos en la dirección correcta, y aparentemente, sí.
Y seguíamos, seguíamos… Y seguíamos. Poco a poco el clima también iba cambiando. Empezaba a hacer ya un poco de frío, y la niebla empezaba a ocupar el camino y paisaje. Empezamos a ver cafetales a los lados de la vía, lo que nos emocionó e hizo pensar que quizá ya estábamos cerca.
Pero cada vez el camino se hacía mucho más difícil, mucho más enlodado y turbulento. La moto quedó pegada al barro en un par de ocasiones. Pasamos por caídas de aguas (preciosas) que formaban semilagunas en la carretera, donde inevitablemente nos mojamos. Llegamos a un punto en donde vimos que la moto ya estaba sufriendo mucho por el camino, después de haber recorrido como 2 horas (¿Poco más de 1 hora, eh? ¡mentiras, puras mentiras!), nos encontramos a unos amables lugareños que nos indicaron que aún nos faltaba considerable camino para llegar, y nosotros sin saber exactamente qué nos esperaba más adelante, pensando también en la moto que ya había tenido bastante (y además con mucha hambre), decidimos, con mucha pena, dar la vuelta y regresar.
(Lo recomendado es ir en camionetas 4×4, aunque algunos de las zona sí hacen el camino en moto, pero se notaba que conocían muuuuuy bien el lugar)
Después de una bajada, obviamente también complicada, llegamos (¡Por fin!) nuevamente a Minca, buscamos almuerzo. Siendo ya las 5 y poco de la tarde, ¡teníamos un hambre voraz!. Optamos por un corriente (Menú) de un restaurancito que a la vez, también ofrecía estadía. El costo por corriente era de 10 000 pesos. Fue simple, no estuvo muy bueno (por lo que no dejaremos la recomendación), pero ayudó a paliar el hambre.
Mientras almorzábamos, conversamos sobre qué hacer y medimos nuestros tiempos (andábamos un poco deprimidos porque sentíamos que habíamos perdido un día sin haber hecho mayor cosa, encima sin haber podido llegar al destino) Pero decidimos entonces terminar de comer, coger hacia la Bahía de Santa Marta y pasar la noche allá para poder aprovechar lo que nos quedaba, prometiendo que regresaríamos más adelante para llegar hasta San Lorenzo, y sacarle mucho más provecho a Minca, que tenía también varias cosas por ofrecer, como las cascadas de Marinka y Pozo Azúl, la ruta del café, varias opciones de trekking; entre otras cosas que, por falta de tiempo, tuvimos que dejar atrás.
BAHÍA DE SANTA MARTA
Ya cayendo la noche, volvíamos desde la vía Minca nuevamente hacia la troncal, esta vez desviándonos hacia la Bahía de Santa Marta. Lo primero que empezamos a hacer ni bien llegando, fue buscar un lugar dónde pasar la noche que cumpliera al menos con el sello «BB» – Bueno y barato (La «B» de Bonito o «A» de aceptable pues, no era prioridad en este caso. Solo queríamos que cumpliera con limpieza y economía).
Buscamos y buscamos, preguntamos muchos lugares que íbamos encontrando en Google Maps pero, o estaban muy costosos, o no tenían cupo.
Recorrimos bastante buscando algún lugar, hasta que un buen hombre que atendía un restaurante, que nos oyó preguntando por disponibilidad en uno de los hospedajes (donde no había cupo), nos dio una tarjetita de un alojamiento que quedaba cerca de donde estábamos. Pues muy agradecidos, dimos vuelta y fuimos hacia allá y ¡Bingo!, encontramos un hospedaje que además de económico (45 000 pesos la noche), se veía bien y quedaba a 3 cuadras de la Bahía; por lo que lo calificamos con nuestro sello BAB+ (Bueno/aceptable+/barato).
Nuestra habitación, no era la mejor ubicada del hospedaje, pero estaba bien. Contaba con la cama doble, baño privado pequeño (Del tipo que llamo «3 en 1» – La ducha, el inodoro y el lavabo están ahí casi que juntos sin ninguna separación entre ellos. Y sí, todo se moja cuando te bañas.), TV, aire acondicionado, una mesita y una pequeña cómoda para poner las cosas, todo limpio.
Les dejamos los datos por si les interesa:
Hostal Maranatha:
Calle 11 Nro. 4-48
Tel. 423 58 82
Cel. 316 324 83 74
Santa Marta – Colombia
Siendo ya pasadas las 8 de la noche, ni bien llegamos a la habitación, fue ducharnos y cambiarnos. Teníamos unas ganas enormes de echarnos a dormir, traíamos un cansancio inmenso. Pero dijimos, no. Tenemos que salir a la Bahía, aprovechar la noche que hasta ahora nos la habíamos pasado viajando. Y así fue.
¡La Bahía es preciosa! y de noche, simplemente encanta. Hay muchos turistas, bares, restaurantes y música. El ambiente nocturno es muy animoso y contagia.
Compramos unas mazorcas asadas a un muchacho que las vendía en la playa A 2000 pesos cada una, ¡Manjar de Dioses! o así lo sentí, qué delicia. Nunca había probado unas tan buenas, las recuerdo y se me agua la boca.
Paseamos por el muelle, nos tomamos un granizado, luego una cerveza y recorriendo de punta a punta la Bahía, nos dio la media noche. Y ahora sí, volvimos a nuestro hospedaje a descansar y recuperar fuerzas para al día siguiente partir al Rodadero.
Nos levantamos temprano (o eso intentamos), nos alistamos, y luego alistamos también las cosas para que nos esperen hechas mientras íbamos a buscar dónde desayunar.
Pensamos que encontraríamos algo rápidamente, pero no fue así. Dimos varias vueltas caminando buscando, pero no encontrábamos dónde. Los pocos restaurantes abiertos ofrecían desayunos costosos (como almuerzos). Se nos pasaba el tiempo en esas, así que terminamos decidiendo por uno que ofrecía: chocolate o café + pan o arepa + huevos revueltos a 8000 pesos cada uno (lo más económico que encontramos). Y bueno, quedamos un poco decepcionados ya que no fue lo que esperábamos por el precio, por lo que tampoco recomendaremos el lugar.
RODADERO
Volvimos al hospedaje por nuestras cosas, y cogimos ruta hacia el rodadero.
Saliendo de la Bahía, tomamos la Av. Hernandez Pardo, que bordea el cerro Ziruma, la cual han implementado con ciclovías, y que además a lo largo del camino cuenta con varios paraderos y miradores, donde puedes detenerte a observar la estupenda vista hacia la ciudad de Santa Marta. Realmente muy bonito, le sacaron muy buen provecho.
Llegamos al Rodadero aproximadamente a las 10:30 de la mañana, y de entrada ya se veía todo el ambiente caribeño de playa y de fiesta (sin ser días de fiesta), con mucha gente en las calles en traje de baño y mucho olor a bloqueador que realmente ponía ya en tono.
Comenzamos inmediatamente con la búsqueda del hospedaje, para poder dejar las cosas enseguida y correr hacia la playa.
Nos costó un poquito encontrarlo, pero gracias al cielo, no tanto como en la Bahía. Nuestro fiel amigo Google Maps, colaboró mucho con nosotros y llegamos a un hospedaje que quedaba como a 3 cuadras de la playa y realmente nos gustó mucho. Desde la atención hasta el lugar. La verdad fue bastante cómodo. El costo fue de 60 000 pesos la noche.
Nuestra habitación contaba con cama doble, y aparte un camarote de 2 camas más. Aire acondicionado, una mesita de noche y baño privado (esta vez no era 3 en 1 🙂 ) No tenía cómoda para las cosas, pero las camas extra nos sirvieron perfectamente para eso. Además que en general, tenía todo un look muy agradable. Habían zonas para compartir con los demás huéspedes, como salita de estar con TV, refrigerador común en la salita, balconcitos hacia la calle con sillones como para tomarse unas cervezas, muy agradable todo. Calificación, ¡Un rotundo BBB+!
Les dejamos los datos por si les interesa:
Hostal Paraíso Tayrona
Calle 7 Nro. 3-36
Tel. 422 72 90
Rodadero – Santa Marta – Colombia
Nos alistamos inmediatamente, y nos fuimos hacia la playa donde pasamos el día. El sol riquísimo, unos refrescos de mandarina que son taaan refrescantes y deliciosos, el agua del mar templada y tranquila donde se puede nadar riquísimo. Realmente un paraíso. Lo pasamos estupendo.
¡Se nos pasó el día en esas! Después de disfrutar de un atardecer bellísimo, salimos de la playa en dirección al hospedaje para ducharnos, cambiarnos y buscar algo para comer.
Si bien el rodadero está lleno de restaurantes, bares y negocios en general, la mayoría suelen ser algo costositos.
Estuvimos paseando y buscando, viendo qué se nos antojaba y que sintiéramos que estuviera bien pagado. Sin darnos cuenta casi que salimos de todo lo que es la parte central del rodadero hacia un lado donde ya no se ve tanto comercio. Pasamos al lado de un restaurante donde una señora muy amable nos invitaba a pasar. Nos ofreció una picada para 2 con la promesa que nos iríamos muy contentos y bien servidos. No nos pudimos negar.
En efecto, la picada estuvo muy bien servida y buena; y la atención de primera, muy muy atentos, amables y cálidos. La cena completa nos salió en 28000 pesos, que consideramos bien gastados. Recomendaríamos este restaurante de tooodas maneras, pero lamentamos decirles que no nos acordamos para nada del nombre 🙁 Hemos preguntado a nuestro buen amigo Google maps, pero el parce está bastante desactualizado con las imágenes y nos muestra, al parecer, negocios anteriores. Lo que podemos dejarles es la dirección según Google Maps: Calle 12 Nro. 2-3
Lo que quedó de la noche fue pasear por el malecón, visitar tiendas de recuerdos y dulces de la zona, tomarnos un par de cervezas y de vuelta al hospedaje a descansar. Mañana toca Playa Blanca 🙂
PLAYA BLANCA
Hubo muchísima lluvia durante la noche. Nos levantamos… No tan tarde (de verdad que lo intentamos, amigos) para ir a Playa Blanca, ¡Y aún seguía lloviendo!. El clima no nos estaba colaborando en absoluto.
Igual nos alistamos, esperando que la lluvia pase, y parecía que sí, poco a poco se iba despejando. Desayunamos saliendo de nuestro hospedaje hacia la esquina, donde había un puesto de empanadas. Pues fue eso con café (No tan bueno, la verdad).
Playa Blanca es… una playa – jaja – (valga la redundancia) a unos 15 minutos del Rodadero, donde se llega solo en lancha. Nos dirigimos hacia el malecón, en donde puedes comprar a varias personas los tickets para que te lleven hacia allá. Los precios van de 15 a 20 000 pesos, que varía según temporadas, cantidad de gente, entre otras cosas. Pero si negocias, puedes llegar a un acuerdo con el señor lanchero. En nuestro caso el precio quedó en 12 000 por persona (El precio es ida y vuelta).
Nos embarcamos en la lancha, y nos dirigimos hacia allá.
Hay otra opción en este trayecto para los que deseen, de visitar un acuario. Allí encontrarán delfines, focas y demás. La entrada costaba 35 000 pesos por persona, y existen otras tarifas más altas si se quiere nadar, interactuar o tomarse fotos con los delfines. La lancha te puede dejar allí y una vez que hayan terminado los puede llevar también a la playa o pueden optar por deslizarse hasta allá en Canopy, desde una torre ubicada en el acuario hasta otra ubicada en Playa Blanca.
Nosotros íbamos directo a la playa.
Ya una vez aquí, optamos por situarnos hacia el final de la playa, donde encontramos menos gente.
Alex tiene como hobby hacer snorkling, y me introdujo en esta maravillosa práctica. Llevamos los equipos y nos pusimos a ello. Era mi primera vez.
¡Fue simplemente impresionante!, y quedé también enamorada de la práctica.
Nos habían comentado que por las lluvias que estaban habiendo, el mar no estaba tan claro como es costumbre. Y que la cantidad de peces también se había visto reducida. Aún así, fuimos capaces de apreciar lo suficiente como para quedar deslumbrados.
Lo pasamos increíble.
Pero el tiempo nos seguía jugando en contra. Andaba todo muy nublado y hasta que nuevamente, comenzó a llover.
Esperábamos que pase pronto también, pero cada vez no hacía más que empeorar (Aunque era emocionante, tanta lluvia en la playa). La gente salía del mar y empezaba a acumularse en la espera de las lanchas para regresar al Rodadero.
Esperamos buen rato, ya que priorizaba (obviamente) la gente mayor y/o con niños.
Finalmente pudimos subir a una y regresar.
Siendo ya aproximadamente las 3 de la tarde, volvimos al hospedaje para alistar las cosas, ya que tendríamos que hacer el retorno a Barranquilla. Así lo hicimos, alistamos todo; pero la lluvia también seguía.
Optamos entonces por buscar almuerzo, al mismo tiempo que le dábamos tiempo a la lluvia de escampar.
Justo al lado de nuestro hospedaje, había un restaurante que ofrecía Menús Ejecutivos a 10 000 pesos. Nos quedamos aquí, además también porque ir más allá, era empaparnos por completo.
El almuerzo estuvo muy bueno, quedamos bastante a gusto. Ofrecían también otros platos a la carta, un poco más costosos, pero no dudo que muy buenos de igual manera. El restaurante se llamaba «Doña Geña» Calle 7 Nro. 3-70, por si les interesa el dato.
Terminamos de almorzar, y la lluvia seguía.
Se iba haciendo más tarde, eran aproximadamente las 5 y poco de la tarde. Aparentemente la lluvia había bajado un poquito, por lo que decidimos ponernos los impermeables y viajar así, con la esperanza que escampara pronto.
Emprendimos el viaje de vuelta y no amigos, no paró de llover todo el trayecto. Nos cogió la noche en la Troncal, a la altura de Ciénaga Grande, con una lluvia torrencial sobre nosotros. Los camiones que pasaban a velocidad, nos golpeaban con el viento y el agua que levantaban. Yo me abrazaba todo lo que podía a Alex y mantenía los ojos abiertos y atenta a cualquier cosa en la carretera. No hablábamos para no distraernos. Solo nos comunicábamos con agarroncitos de panza (yo a él) y él con moviditas de cabeza (que ya conozco) – A excepción de una vez que pude ver un cangrejo saliendo del lado del mar hacia la carretera y no pude evitar callar mi asombro y preocupación a la vez.
Ese miedo / suspenso / emoción / miedo otra vez / adrenalina; duró prácticamente hasta llegar a las afueras de Barranquilla, donde por fin paró la lluvia. Nos detuvimos al primer peaje para hacer uso de los SSHH. Fue aparcar la moto, bajarnos, y empezar la habladera sobre todo eso que habíamos pasado. Lora y risas, más lora y más risas, y dando gracias a Dios que fuera así y que no hubiera habido ninguna eventualidad inesperada.
Nos quitamos los impermeables, y con una moto reluciente de limpia – jaja – cogimos ruta nuevamente, esta vez con destino a casa. Empapados no solo de agua de lluvia, sino de montón de anécdotas y hermosos recuerdos que nos dejó este viaje tan rico que, tristemente, tocaba dar por culminado.